Con 50 años consecutivos de trayectoria artística, Andy Montañez puede hacer alarde de ser uno de los querendones de la música y del pueblo.
Prueba de ello fue la preocupación que generó en Puerto Rico y en varios países de Latinoamérica la noticia de su accidente el pasado 30 de abril en Colombia. El cantante estuvo al borde de la muerte tras salir expulsado de la guagua en que viajaba junto a su hijo Harold y los músicos Pedro de Jesús (pianista) y Carlos Martínez (bajista).
Una foto del salsero con laceraciones y heridas en el rostro y el cuerpo circuló por las redes sociales y los medios de comunicación. Esta imagen despertó la empatía de muchos de sus admiradores, según los comentarios publicados en distintos medios. Los buenos deseos para una recuperación total y los mensajes de afecto no faltaron.
Esa misma compasión es la que el “Niño de Trastalleres” ha sentido por los menos afortunados a lo largo de sus 70 años. Nacido y criado en la comunidad santurcina que le da su apodo, Andy conoce a la perfección las vicisitudes de vivir con escasos recursos económicos. En su humildad, sensibilidad y su don de gente se traducen las calles de Trastalleres.
Basta con recordar una anécdota con un deambulante en Santurce para que el intérprete irrumpa en llanto: “Una vez, saliendo de la farmacia, me encontré con un deambulante y me dio una cosa... y lo abracé bien duro. Me dijo que hacía tiempo que no recibía un abrazo”, logra decir justo antes de que se quiebre su voz. Sus ojos se inundan, se quita los espejuelos y comienza a llorar. Entonces respira, toma un segundo aire y añade: “Después lo vi rehabilitado y me dio las gracias”.
Vivencias como esta, asegura el cantante, son las que atesora como las grandes satisfacciones de su vida.
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