Desde la tarima, Héctor dedicó sus mejores pregones, le cantó a la vida de risas y penas, de momentos malos y de cosas buenas, con esa versatilidad vocal, sencillez y calidad humana que lo convirtieron, además, en el más querido cantante del género.
Sus temas, inyectados de extensos fraseos naturales, acompañados de una extraña forma de bailar y una calidad musical destacable, mueven los hilos del bailador que corea y disfruta sus temas hace más de cuarenta años. Y el mismo Héctor lo afirmaba: “¡Ay!, mi cantar es único, a nadie se lo copié, escúchame tremendo, tremendo el jíbaro es (…) Canto guajiras, bolero, aguinaldo y guaguancó, se sorprendió el que no creía cuando el macho otra vez ganó…”
En una entrevista a elcomercio.pe, Johnny Pacheco director de la Fania All Stars, dijo sobre Lavoe: “El público te deja saber cuál es su favorito con sus aplausos. Héctor era uno de los que más se daba a querer (…) Pero la verdad es que fue único”.
Héctor era único, pero llevaba un poco de los mejores: un poco de la elegancia de Sinatra, del sentimiento de Mercury, de la pasión bolerista de Daniel Santos, de la calidad vocal de Tito Rodríguez y de la sencillez de Ismael Rivera.
Considerado por algunos como el Carlos Gardel de la salsa, pues llevó el nombre del género a niveles estratosféricos, el ‘Jibarito de Ponce’ logró colarse en lo más hondo de la entraña popular, en esas profundidades en la que solo habitan los sentimientos familiares.
Cómo olvidar tremendo binomio que formó con Willie Colón, un visionario de la música dejando para la eternidad temas como “Juanito Alimaña”, “Juana Peña”, “Soñando Despierto”, “Todo tiene su final”, “Aguanilé”, entre tantos temas en los que trabajaron juntos.
Por eso la gente lo quiere hasta hoy y para muchos él no se fue, solo pasó a convertirse en una leyenda urbana inmortalizada en las paredes de los barrios y cuyas hazañas musicales se pueden apreciar en incontables videos que hoy contemplan los jóvenes y no tan jóvenes en Youtube .
Basta ver tremenda rumba que armó en la Feria del Hogar en 1986, fechas inolvidables en las que con ese talento y calidad netas estrechó lazos con el Perú y, especialmente, el Callao. De allí esa improvisación que cautivó a los chalacos que coreaban su nombre sin cesar.
El “Flaco de oro” fue y seguirá siendo grande por su música pero también por su sencillez. Porque solo busco hacer feliz a su pueblo sean 60 mil o tan solo 100 los espectadores; pese a estar con hondo pesar, una pierna o un brazo enyesado.
Esa era Héctor Lavoe, “el cantante de los cantantes”, “el único hombre que respira debajo del agua” o demás apelativos cuyo rostro sonriente y memorables temas permanecen intactos en el corazón de los salseros. Por que él no nos dijo adiós, nos dijo “hasta siempre”.
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