El sonido no miente. No puede. Hay sonoridades que nos convocan, que nos resultan familiares y otras, pues no. No nos hacen ni cosquillas. Es a veces cuestión de empatía, de sintonía, en fin, que nuestros nervios y -¿por qué no?- también nuestra sangre, conectan con las ondas sonoras que nos invitan al movimiento, a la incomodidad o al placer.
Por lo general, es una cuestión de las culturas que nos han forjado, pero también, y en casos como este, de los procesos históricos relacionados a la movilidad de esas culturas. Se trata de la conexión puertorriqueña con los ritmos de las Antillas Menores. Para entenderlo, tomemos como ejemplo el calypso. Un género que nace en la segunda mitad del siglo XIX en la isla de Trinidad y que rápidamente se popularizó por todo el Caribe. Así lo expone en su texto Viajes de la música afrodescendiente (80 grados, 2012) el productor del programa radial Rumba Africana (WRTU) Errol Montes Pizarro, estudioso de la música africana y caribeña.
Montes Pizarro, explica además que el calypso es un ritmo que se origina en el mismo periodo en que en Liberia y Sierra Leona surge la llamada palmwine music (llamada así porque surge en bares donde la bebida más popular era -y sigue siendo- un licor fabricado fermentando la savia de una especie de palma), que pasa a diseminarse por África occidental.
"La relación entre estos dos géneros, es bien estrecha y continua, al punto que muchos de los artistas africanos que desarrollaron e interpretaron un género, también tocaban el otro. Desafortunadamente, esta relación cercana entre el calypso y la palmwine music no se reconoce y, cuando se menciona, las personas tienden a adjudicarle a uno el rol de precursor del otro. Sin embargo, ninguno de estos géneros es “raíz” del otro. Ambos se desarrollaron en un contexto de diálogos e intercambios mutuos", lee el ensayo que arroja luz acerca de los lazos originales de estos ritmos que han tenido resonancia constante con la música puertorriqueña.
En el caso del calypso, en la isla municipio de Vieques, la presencia es total y forma parte de la identidad de los viequenses. El documental Vieques, ¡manos arriba! de la profesora Nadjah Ríos Villarini se detalla el vínculo histórico de la isla con esta música.
Y es que el calypso, en un contexto general en Puerto Rico, es un sonido que muchas personas asocian inmediatamente con el espíritu festivo que se observa en el archipiélago antillano, con el turismo de cruceros y con algo cercano, más no enteramente familiar. Por ello, muchos puertorriqueños distanciados por la barrera del idioma y el legado colonial que complicó el flujo de personas entre las islas, no se sienten relacionados con un ritmo como este de manera directa. Pero las relaciones están ahí y fueron el fruto del periodo histórico en que la movilidad de una isla a la otra era verdaderamente sencilla. Incluso personas vivían en una isla y trabajaban en la otra, cruzando a diario el mar.
Aunque esto se vio manifestado en diversidad de orquestas, no es exagerado decir que la que lo trabajó de manera más profunda y contundente lo fue la orquesta de Rafael Cortijo. La canción titulada Calypso, bomba y plena, lo ejemplifica claramente.
"Había un movimiento literal de gente, de músicos que iban y venían entre las islas y que se relaciona con una historia más larga que es la de las migraciones intracaribeñas del siglo XVII, XVIII y XIX", anota el etnomusicólogo y cantidato doctoral de la Universidad de Columbia, César Colón Montijo, quien ha profundizado en sus estudios de la música caribeña con énfasis particular en la figura de Ismael Rivera "Maleo" en todas sus etapas.
"Por lo que he estado investigando hay unas relaciones musicales entre la música de Cortijo y otras orquestas del momento, relaciones directas con músicos del calypso y de otras músicas del Caribe que no son únicamente el son y la rumba cubana y eso se ve reflejado en el repertorio de Cortijo de distintas formas. De hecho, Cortijo iba a tocar a Curazao y a algunas de las islas", añade el antólogo de la publicación Cocinando suave: ensayos de salsa en Puerto Rico (Editorial El perro y la rana, 2015).
Colón Montijo acerca esa experiencia migratoria que describe a la historia de San Mateo de Cangrejos, que "era el lugar designado por la corona para los migrantes que no hablaban español", dice toda vez que recuerda lo significante de este dato si se piensa en la historia de ese barrio y de la bomba y la plena, así como de la salsa.
"Uno de los argumentos centrales de mi tesis va a ser que la música de Maelo y Cortijo nos permiten pensar la historia de la salsa con relación al Caribe no hispano para, de esa manera, retar el discursos sobre la salsa que se centra en Puerto Rico, Nueva York y Cuba", expone Colón Montijo quien a su vez nos recuerda que "existe calypso panameño, costarricense y venezolano, por ejemplo".
"Es una historia que no se cuenta mucho en Puerto Rico y en esos países es discriminado porque es calypso en inglés, hecho por inmigrantes de Barbados y Jamaica que se fueron a hacer el canal y se quedaron", detalla.
Cortijo y su combo, formó parte de ese intercambio. "Tocaron en los carnavales de Panamá del 1958 en adelante. Maelo posteriormente hace covers de esos grupos panameños con mezclas de inglés y español... Todo eso para decir que la música de Cortijo es reflejo de las migraciones históricas, los intercambios musicales que se dan entre gente que siempre se ha movido de una isla a la otra. Eso cambia en los años 30 con la presencia de los Estados Unidos que resulta en cosas tan absurdas como el hecho de que no podamos ir de Puerto Rico a Jamaica en avión", dice y aprovecha para destacar que los reguetoneros a través de colaboraciones musicales han retomado en menor escala esa conexión.
A su juicio y sin restarle al valor de otras agrupaciones, es enel sonido de Rafael Cortijo donde mejor se sienten esas relaciones. Los saldos están por ahí, sonando en la radio a diario y ni nos enteramos. "El autor de una canción emblemática de Maelo, El Nazareno, se llama Henry Williams, un hombre que era de las Antillas Menores según me contó el arreglista de Maelo, Javier Vázquez. También compuso San Miguel Arcángel".
Es cuestión de que cada día miremos más hacia la comunidad isleña a la que pertenecemos por designios de la geografía, sin las gríngolas que nos deja la experiencia colonial, para así poder abrirnos a la posibilidad de pensar nuestro país como lo que es, parte de un archipiélago antillano con infinidad de cosas en común que será fructífero recordar.
sábado, 16 de enero de 2016
Cortijo, el calypso y la conexión antillana
11:21
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