jueves, 14 de abril de 2011

Rara imagen: Al Santiago toca el clarinete, Willie Colón la flauta y Kako intenta dormir. 1966



Uno de esos personajes fantásticos que dieron forma a la expresión salsera fue ·Alberto Al Santiago·. Tuvo la suerte de haber nacido en un ambiente copado de ritmos en el Harlem hispano... y en una casa que se llenaba de músicos todas las semanas del mundo.
Contagiado de ese espíritu, Al se inició primero como saxofonista y, luego, como director de la orquesta que había dejado su tío, a la que fue reemplazando poco a poco los músicos para renovarla y hacerla más acorde con lo que se estaba cocinando en el gueto latino durante los años 50. Con el rimbombante nombre de Chack-a-ñu-ñu Boys, la banda sudaba reminiscencias de Machito -a quien Al siempre admiró-, tocaba guarachas, mambos y boleros, y sonaba en fiestas y bodas del bajo Bronx. Su decisión de apartarse del negocio de las orquestas le sobrevino una noche que el trompetista regular no pudo asistir y envió como reemplazo a un colega amigo suyo... nada más y nada menos que el enorme Buck Clayton.
A Santiago le dolió mucho comprender que un músico de ese calibre fuese a cobrar apenas 20 dólares por el toque. Como detalle, Eddie Palmieri, con 14 años, se encargaba del piano (cobrando muchísimo menos).
Actuar no era lo suyo -decidió-, y colgó la batuta.

Al poco tiempo, Al pide un préstamo a sus familiares y monta una tienda de discos, Casalegre, en el cruce de las avenidas Prospect y Westchester del bajo Bronx. El éxito fue inmediato y pronto se convirtió en la referencia musical de la zona. Este acierto le motivó a juntarse con el empresario Ben Perlman y fundar en 1956 la mítica Alegre Recording Corporation, considerada la Blue Note de la música latina de la época. En ella, Santiago se caracterizaba por organizar las grabaciones con fechas inminentes, redactar los contratos a última hora e improvisar casi tanto como los músicos que contrataba. Si un disco no hacía dinero, no le preocupaba. A fin de cuentas, la tienda daba ganancias y su máximo placer era grabar esa música que tanto adoraba.
Con un roster pequeño pero competente de músicos, en cuatro años lanzó 44 sencillos de 78 revoluciones, y dirigió promociones en emisoras de radio para fortalecer el negocio de la tienda. Y viceversa.
En 1960 escucha la charanga de Johnny Pacheco en el club Tritón y decide grabarlos. El resultado fue el disco latino más vendido hasta esa fecha: Pacheco y su Charanga, que contribuyó a fortalecer la locura de las charangas que dominó Nueva York durante el primer lustro de la década. A los pocos meses descubrió, de boca de su director ·Charlie Palmieri·, que la Charanga Duboney había perdido el contrato que tenía con United Artists Records debido a la exclusividad solicitada por Tito Rodríguez (pobre Palmieri, con tan poca suerte siempre; en un futuro hablaré de ese trance).
Ni corto ni perezoso, Santiago lo firmó, confirmando con este gesto una amistad que se hizo inseparable.
Como en el mundo musical los celos han estado casi siempre a flor de piel, esa amistad forzaría en un futuro el nacimiento de Fania Records, que en unos pocos años lograría fagocitar a casi toda su competencia en la ciudad, entre ellas a Alegre, que ya estaba dentro del paraguas de Branston Music y Tico Records.
The Alegre All Stars, volume 1
Pero no nos adelantemos y pasemos al siguiente step que dio Santiago: inspirarse en esas míticas descargas cubanas grabadas por la Panart cuando la llegada de los Castros era inminente. Esas sesiones contaban con una sección rítmica de muchísimo peso y una genialidad a prueba de errores, y son joyas de la corona musical cubana y de la cuenca del Caribe.
Al decidió hacer su propia versión, integrando en una jam session a los directores de las diferentes orquestas que agrupaba bajo el toldo de su disquera. El propio Santiago contó en una ocasión que el disco lo compró en un viaje a Puerto Rico, y fue tal la impresión que le causó que decidió ponérselo a su suegra, que también alucinó en colores. Acto seguido pensó que si los muchachos de Cuba podían hacer eso, los muchachos de Nueva York también lo podrían hacer.
Dicho y hecho juntó durante varios días, en los estudios Mastertone de la calle 42 West, a cerebros de la talla de Pacheco -en la flauta-, Charlie Palmieri -en el piano-, Bobby Rodríguez -en el bajo-, Barry Rogers -el mejor trombón que ha parido la salsa-, Chombo Silva -en el saxo tenor-, Francisco kako Bastar -en los timbales-, Marcelino Valdés -en las congas-, Julián Cabrera -en el güiro-, Dioris Valladares -vocalista merenguero-, Yayo el Indio -vocal y percusión- y Rudy Calzado -vocal.
La primera hornada de esta agrupación -unidos algunos retazos gracias a la magia del ingeniero Roy Ramírez y las novedosas para ese entonces cintas magnéticas-, fue lanzada en 1961 con bombo y platillo: The Alegre All Stars. Y es un disco estupendo, muy libre, particular, que incluye algunas tomas de las conversaciones en el estudio, así como falsos comienzos -cosa que sólo se había visto previamente en las grabaciones de Miles Davis para el sello de jazz Prestige-, que lograban transmitir esa atmósfera deliciosa que tienen las melodías que se tocan sobre la marcha.
El disco -que aún está descatalogado, pero se consigue en cd en tiendas online- empieza con Ay, camina y ven, una descarga que marca las intenciones de esta reunión. En ella hay mucho de Cuba, pero también está ese sabor que los músicos antillanos y nuyoricans impregnaban a ese sonido cubano, lográndolo voltear como un calcetín en apenas unos años. Destaca el trombón de Rogers, virtuoso siempre, en una atmósfera en la cual ese metal todavía estaba visto como algo secundario. En ello habrá influido el jazz y el sincretismo musical que se vivía en Nueva York, más la experiencia cubana. De hecho, al año siguiente, Al Santiago marca esa pauta de trombones en la orquesta de Mon Rivera... y el resto es historia y salsa.
La siguiente canción es Rareza del siglo, un bolero de letra un tanto extraña, que Celia Cruz había ya cantado con la Sonora Matancera, y que aquí suena estupendo, más uptempo eso sí. Y casi bolero-cha. A continuación otro bolero lento, casi un blues latino, Soy feliz, donde la voz de Calzado compite con la tesitura hermosa del saxo de Chombo y el piano fenomenal en las manos de Palmieri. Estoy buscando a Kako va en plan de guasa, y todos los músicos tienen su pedacito de gloria y gloriosos son los pequeños solos de Johnny, Bobby, Chombo, Charlie, Barry y Kako. Y luego Rudy, Dioris y Yayo dando lo suyos con sus voces, en lo que es, a mi parecer, el mejor tema de la producción. Almendra en descarga es la reinterpretación exquisita de ese clásico del songbook cubano, con un bajo en clave de Bobby y un trombón que planea por encima de todos los músicos en el estudio. Al carnaval es una comparsa que comienza con una crítica a un periodista impertinente que no quería salir del estudio. La algarabía que se forma da paso luego a una rumba fenomenal a través de la descarga libre de esos canallas con instrumentos como armamento pesado. Y cierra Para ti, un tema guapachoso con más trombón y flauta y piano y todo lo que podía sonar en esa sesión maravillosa.
Hay que decir que tanto virtuosismo no fue muy bien recibido a comienzos de los años 60. Esta primera jam vendió menos de diez mil copias, y apenas pagó la inversión requerida y los salarios. Familiares de Al Santiago, cuando la escucharon, dijeron que nadie compraría esa loquera. Pero sí la compraron: los músicos, los directores de bandas en la ciudad, logrando así dar pie a una tendencia que se materializaría posteriormente en las Estrellas Tico y en las definitorias Fania All Stars.
Santiago, atisbando el futuro, proveyó sin querer de unos sonidos que fueron decantándose hasta alcanzar la cúspide en la producción salsera de los años 70.

Cometió, eso sí, un grave error de apreciación. Y retomo con esto una idea que dejé esbozada más arriba: Charlie y Johnny eran buenos amigos, tocaron juntos en los años 50 durante varios meses hasta que los diferentes estilos que ellos mismos se forjaban forzaron la disolución de la orquesta y el yo me quedo con este y tú con este de los músicos. Se tuvieron siempre, eso sí, mucho respeto y estima. Como dije anteriormente, Santiago era inseparable de Charlie... y fue por eso que decidió nombrarle director musical de las Estrellas. Cuchillo para mi propia garganta, reconoció posteriormente. El nombramiento, obviamente, no le gustó nada nada nada a Pacheco -pues vendía mucho más que Palmieri-, quien se excusó de participar en las siguientes descargas, grabó tres discos más con Alegre y en 1964, finiquitado su contrato con esa disquera, se unió con Jerry Masucci para fundar esa Fania que terminaría fagocitándose a casi toda la competencia.
Alegre Recording Corp. incluida.

AQUI LES DEJO EL PRIMER DISCO DE THE ALEGRE ALL STARS DISFRUTEN

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